Pajas Mentales

miércoles, agosto 08, 2007




"El amor es difícil, que un humano ame a otro humano es, tal vez la tarea más difícil que nos haya sido encomendada. La última, la prueba suprema, la tarea final ante la cual las demás no son más que preparativos"


Cartas a un joven poeta. Rainer Maria Rilke.


Hay textos y autores que tienen el don de ser capaces de expresar los sentimientos más profundos y las verdades más auténticas. Puede que sean obviedades, que puedan considerarse cursiladas, incluso meras memeces. Desde un análisis prosaico de la vida ese tipo de afirmaciones puede que estén de más. Pero me resisto a creer que la magia es un mero invento de los prestidigitadores.



El enamoramiento es una de las sensaciones más endiabladamente estúpidas que existen. En otro momento ya dí mi opinión acerca del mismo. Es como estar enfermo, como una sobredosis de adrenalina, como un clicón que es capaz de borrar hasta los principios más arraigados. Es un "delirium tremens" socialmente aceptado e incluso bendecido.



Pero pocas, muy pocas veces esa sensación perdura y se convierte en lo que a mi modo de ver es el sentimiento más puro y más perfecto que existe. Estoy con Rilke cuando dice que el amor es la prueba más difícil, pues supone renunciar a los instintos y darte por entero a algo o a alguien sin reservas. Es prescindir de la propia substancialidad egoista inherente al ser humano.



Lamentablemente nos educan para prescindir de ese sentimiento. Para considerarlo como la debilidad más grande, en vez de la meta más elevada. Y, por eso, lo que conocemos como amor, al menos en mi generación, es una versión descafeinada y prostituida del mismo, mucho más parecido a una violación consentida del alma que a una entrega desinteresada.



Yo apenas he rozado el amor un par de veces y es, tal vez, lo mejor que, hasta el momento, he hecho en mi vida. Pero al menos, todavía no me he rendido, y sigo buscando como poder llegar a ese estado en que me despoje de todos los afeites y corazas con los que la vida me ha hecho cubrirme para poder entregarme, desnuda y limpia, a ese auténtico renacimiento del alma, si es que consigo que para entonces no esté completamente yerma.