Pajas Mentales

martes, agosto 21, 2007

Once upon a time:

Asi es como comienzan muchos cuentos, de hecho casi todos. Lo de dotar a una historia de perspectiva temporal siempre la hace más entrañable y, desde luego, mucho mas hermosa. La triste tendera se convierte en una quejosa princesa encerrada en su cárcel de oro, el patán que la corteja se convierte en un príncipe azul y su madre-custodia de su honra, en un dragón de escamas de hierro y colmillos afilados. Así, mediante los sortilegios de la fantasía, la vulgaridad se desvanece y da paso a una historia fabulosa, que permite esa anhelada huida de la realidad.
Y es que la realidad muchas veces es demasiado cruda para poder ser digerida. Es por eso que triunfan tanto las novelas de Corín Tellado o Danielle Steel. Es por eso que proliferan los culebrones y los programas del corazón. Es por eso que el futbol, la lucha, la fórmula uno o, incluso los toros ocupan un espacio tan relevante en la parrilla televisiva. Es por ello que hay millones de páginas porno en Internet y el mercado del sexo sea uno de los más lucrativos. Es por lo que cada vez hay más videojuegos con mejor definición gráfica y complicación técnica.
Los seres humanos, por mucho que a alguno que yo me sé diga que no, no estamos preparados para afrontar el día a día tal cual se nos presenta. La vida en estado puro sin paliativos, sin formas de evasión no es posible.¿Por qué? Porque en el fondo todos somos niños que quieren vivir en su historia interminable particular. Porque nos enseñan a esperar cosas que nunca tendremos, a buscar metas que nunca alcanzaremos y a envidiar la fortuna de gente que ni conocemos ni llegaremos a conocer. Porque nos enseñan que la insatisfacción es una virtud en vez de un defecto y que la felicidad es un estado, en vez de un ideal. Porque nos intentan edulcorar la existencia cuando somos pequeños, porque nos protegen, para luego intentar hacernos madurar de un golpe cuando llegamos a la vida adulta. Y lo que sucede como es obvio, esa actitud revierte de manera contraproducente y nos encontramos con un ejército de Peter Panes y Campanillas que convergen en la generación X (o Y o J, o lo que sea).
Cada persona, cada grupo, cada comunidad, la Humanidad misma, es fruto del devenir del tiempo, de una evolución (o involución) de la vida social y de los valores que en cada momento la caracterizan. Y resulta asombroso que en la época en que con más crudeza se plasma la actualidad, en que integramos la cacareada Sociedad de la Información, en la que nada más levantarnos podemos asomarnos a la red de redes y ser consciente de lo que sucede en cualquier lugar del mundo, sea la época en que la que menos nos importe, menos nos impliquemos y más escépticos y abúlicos seamos.